La indumentaria como confección de identidad en el arte contemporáneo
Alejandra Mizrahi
Históricamente la indumentaria es uno de los primeros lenguajes que el ser humano ha utilizado para comunicarse. Tendemos a captar al otro, entre otras cosas más, mediante lo que lleva puesto. Esto ha sido estudiado desde diversas disciplinas como la semiótica, la psicología, la sociología, entre otras. Sin embargo, aquí nos aproximaremos a ella desde su carácter de inscripción estética del ser humano en el medio, y su presencia en el arte contemporáneo como confección de identidad.
Para aproximarnos a ella de esta manera he trazado un primer recorrido que parte de la presencia de la indumentaria en el mundo del arte, para luego abordarla como una forma simbólica a través de la cual confeccionamos identidad. En una segunda parte procedo a mostrar el trabajo de tres artistas contemporáneas que utilizan como medio a la indumentaria, elaborando un discurso sobre el cuerpo y la identidad de este.
La indumentaria en el mundo del arte puede ser comprendida gracias a la incorporación de diversas técnicas y disciplinas que vienen concentrándose en este a partir de los años setenta. Los artistas hacen arte hoy con diversos materiales y desde diferentes ámbitos, la indumentaria es uno de estos desde donde trabajan muchos artistas.
Las artes visuales han estado siempre ligadas al hecho vestimentario, ya sea documentando o generando la moda de la época, como en el Neoclasicismo con Jacques-Louis David; utilizándola como vía para conciliar arte y vida, como el futurismo, o postulando principios políticos a través de sus tipologías como el constructivismo ruso, entre otros. Existen muchos más ejemplos en los que observamos la aproximación de estos dos mundos, el del arte y el de la indumentaria, pero aquí lo que me interesa recalcar es como hoy esta frontera es casi invisible. Esto es producto de la absorción, por parte del mundo del arte, de muchas disciplinas que anteriormente fueron rechazadas por este, consideradas extra-artísticas. De modo que en la actualidad concibo la indumentaria como una práctica determinada en el arte contemporáneo, gracias a este proceso de absorción que realizó el mundo del arte de disciplinas externas a sus dominios, ya a partir de algunas manifestaciones de las vanguardias históricas.
No obstante, sin duda, lo que da lugar a que en este momento me encuentre realizando un trabajo sobre la presencia de la indumentaria en el arte contemporáneo es la irrupción de lo que conocemos como Arte Conceptual y Conceptualismos en la esfera artística a partir de los años setenta. Hecho que se encuentra fundado por lo que Lucy Lippard denominó la “desmaterialización del objeto artístico”. Esto implicó un cambio de paradigma en la producción y en la recepción de la obra de arte desde ese momento hasta esta parte. A partir de aquí comienzan a ser cada vez más frecuentes las prácticas que no se limitan a un medio específico ni a los tradicionales, sino que aparecen, de diferentes formas, dando prioridad al proceso de la obra, no ya a su resultado final. Esta desmaterialización es entendida como la desvalorización de los aspectos materiales de la obra, produciendo la apertura a diversos medios. Medios con los cuales el arte se confunde, a menudo, con la realidad -respondiendo a esa divisa tan deseada de las vanguardias históricas de acercar el arte a la vida-. Por consiguiente, se introducen dentro del mundo del arte diversas prácticas como el diseño grafico, la peluquería, los medios de comunicación, la cocina, y lo que aquí nos atañe, la indumentaria. Claro está que esta introducción de la indumentaria en el arte también es deudora de ese ferviente movimiento feminista que, en los años ´70, comenzaba a aflorar, pero en el que aquí no nos vamos a detener.
Nos vestimos todos los días con un cierto número de prendas que tenemos en nuestro armario. Las articulamos sobre nuestro cuerpo y devienen formas simbólicas. Este vestirnos diariamente estará limitado por factores de diversas procedencias, entre ellos el clima, la moda, ubicación geográfica, la pertenencia o no a una determinada religión, etc. Sin embargo, este vestirnos diariamente deviene forma simbólica a través de la cual confeccionamos nuestra identidad.
La consideración de la indumentaria como forma simbólica es tomada del filósofo E. Cassirer y su Filosofía de las Formas Simbólicas. Cassirer expone entre las formas simbólicas la religión, la ciencia, el lenguaje, el mito y el arte como creaciones en las que el ser humano ordena sus sentimientos, deseos y pensamientos, los cuales determinan y definen el círculo de humanidad. El arte, según Cassirer, sería un conocimiento mediante el cual nos creamos un mundo que se manifiesta en lo acontecido, en algo sensible; como una forma simbólica. Sumaré a las formas simbólicas planteadas por Cassirer, la indumentaria. De manera que considero a ésta como una creación humana a partir de la que ordenamos y expresamos sentimientos, deseos y pensamientos.
En la historia de la indumentaria existen varios ejemplos en los que la carga simbólica que poseen ciertas prendas, en un periodo histórico determinado, incide de manera muy evidente en la época y en la interpretación de ésta. El corsé es uno de ellos, quizá el más conocido ejemplo, el cual en el siglo XIX era una declaración simbólica de no estar embarazada, entre otras cosas. Además funcionaba como status symbol produciendo estratos sociales diferentes, marcando de manera incisiva las diferencias de clases, operando como distintivo de una situación de privilegio. De modo que observamos con este ejemplo, y con muchos más que ahora no señalaremos, que la indumentaria se encuentra empapada de elementos simbólicos que dan cuenta de cómo el ser humano no puede enfrentarse con la realidad de un modo inmediato, no puede ver o conocer nada si no es a través de la interpretación. Hecho al que se refiere Cassirer en su obra Antropología Filosófica donde propone para el ser humano el sistema simbólico, el cual nos muestra una nueva dimensión de la realidad. Mediante este sistema simbólico interpretamos el entorno, no a través de conceptos ni de pensamientos sino a través de intuiciones y de formas sensibles. Por lo tanto, entiendo la indumentaria como una forma simbólica mediante la cual interpretamos la realidad y el entorno. Con esto me refiero a la incidencia que tienen ciertos hechos en la historia y que se materializan en las prendas. De manera que la indumentaria tiene su propio modo de concebir, ordenar y expresar la realidad, esto lo hace a través de simbolos, operando como una forma simbólica capaz de crear sentido.
Podría decirse que la indumentaria y la identidad encarnan una relación de amor-odio. Muchas veces la indumentaria simboliza de forma veraz una identidad que quiere evidenciar, otras veces pretende confundir con respecto a esta, y otras simplemente procura neutralizarla. Podemos observar los diferentes vínculos entre indumentaria e identidad, de manera muy general, en sus relaciones a través de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI. En el s. XVIII la indumentaria ocultaba la verdadera identidad, esta se establecía como fachada a distancia de la vida intima (el testimonio de esto se manifiesta con solo observar la morfología de aquellos vestidos); en el próximo siglo esto cambia, el desarrollo de las grandes ciudades otorga a la vestimenta la responsabilidad de revelar la verdadera identidad. El siglo XX nos presenta esta relación manifestando la reivindicación de identidades a través de las prendas, hasta llegar a nuestro siglo en donde no hay ya identidad que revelar, ocultar o reivindicar sino que confeccionar.
El concepto de identidad que abordo en este trabajo debe ser comprendido como un proceso de confección constante. Para esto debemos aceptar que aquí no estamos hablando de una identidad estable, única, inmutable, correspondiente al paradigma de la identidad ídem, sino una identidad en constante mutación, fragmentaria, proteica, que se corresponde con la figura del palimpsesto o del Proteo, como diría Bauman. Esta identidad palimpsesto o proteica, responde al paradigma de la identidad ipse planteado por Ricoeur, a saber el sí mismo como otro. La identidad a la que aquí me refiero no está definida sustancialmente, no es previa a la persona, sino que se construye constantemente e incorpora la alteridad.
Considerando la identidad como una constante tentativa de…, el paradigma de confección de una prenda me da las claves para entender a esta identidad contemporánea como un proceso de corte y confección. Confeccionamos nuestra identidad a partir de la indumentaria, hecho que no es meramente visual y menos superficial. La indumentaria confecciona sobre nuestro cuerpo una identidad frágil y provisional, lo cual se debe al carácter mismo que poseen las prendas. Como medio que es, imprime en el proceso de confección de identidad similares características a su materialidad. Como por ejemplo: fácilmente sustituible, blanda, frágil, lavable, provisional, de redes más tupidas o ralas, impermeables o permeables, etc. Jugar con las opciones que nos ofrece la indumentaria es una manera de construir un discurso sobre el cuerpo y desde el cuerpo hacia el otro. Lo que nos permite observar el primer territorio de la identidad contemporánea, el cuerpo; el cual se encuentra en una relación dialéctica con su segundo lugar, la cultura, entre los cuales la indumentaria opera como bisagra.
Apelo al proceso mismo de corte y confección como modelo de confección de identidad, ya que el diálogo que se establece entre esta forma de ejecución y la identidad como construcción, me resultan significativos por diversas razones. Este proceso de confección en el plano cotidiano se presenta a veces difuso, confuso y hasta demasiado velado por capas y capas de distracciones que dejan al descubierto otras cuestiones. Es por ello que en el arte encuentro el lugar de privilegio donde este proceso de confección de identidad se hace evidente. De manera que nos centraremos en tres artistas contemporáneas que manifiestan diferentes maneras de abordar la vestimenta dentro del mundo del arte, y exponen de manera formal el proceso de identidad como confección.
Todas ellas toman al vestido como eje de su trabajo, haciendo éste de lugar a partir del cual se confecciona una identidad sobre el cuerpo y lo que lo rodea. Para realizar su obras estas artistas interfieren en determinados momentos del proceso de confección de las prendas, por ejemplo: Bliman re-corta y re-confecciona las prendas de su infancia a través del re-cuerdo; Diaz re-corta el cordón umbilical mediante una acción en la cual se rasga la tela y se desgarra el vínculo y Ezcurra de-confecciona las prendas, parte de la vestimenta acabada. Todas ellas irrumpen en los diferentes momentos del proceso de corte y confección, en cuya elección del momento escogido se produce una re-significación de la acción misma, lo cual carga de sentido dichas obras.
Bliman, Diaz y Ezcurra, confeccionan, mediante sus vestidos, los modelos sobre las que opera mí discurso, y a la vez son una puerta hacia la confección de identidad que utiliza como patrones la indumentaria. Me centraré en una obra de cada artista para mostrar como el proceso de confección de sus obras, en cada una de ellas, se encuentra vinculado con esta idea de la identidad como construcción y elaboración constante. Y esto es debido a que la tarea, tanto material como conceptual en cada obra, consiste en hacer, y en algún caso rehacer, esta identidad.
El segundo procedimiento es el de re-vestir las prendas arqueológicamente encontradas. Re-vestir o volver a vestir estas prendas se produce gracias a que en el proceso de re-confección, estas sufrieron una modificación en su talla. Esta alteración es la misma que sufrió el cuerpo de la artista durante todos los años que la separan del instante en los que en su niñez los vestía.
La prenda y la acción que ésta encarna en la obra de Díaz, confeccionan una forma simbólica en la que el vínculo generado por la madre y la hija se hace visible mediante la concepción del vestido como cordón umbilical. La indumentaria se constituye como una forma simbólica a través de la cual nos enfrentamos a la realidad, no de un modo inmediato, sino interpretándola a través del vestido.
esta tarea. Ezcurra procede a desollar los cuerpos desde su vestimenta para luego mostrárnoslas como una segunda piel, fuera del cuerpo. El proceso de desollamiento se produce mediante el acto de descoser la prenda. Acto que se convierte en una de-confección parcial de las prendas. Por consiguiente, observo en ésta acción el fundamento de la identidad planteada en los términos del rehacer mediante el deshacer. Ambos momentos, positivo y negativo, son evidentes en este trabajo. Aquí el deshacer se conforma como un rehacer de la identidad, a través de la prescindibilidad corporal, en sentido literal. El cuerpo está ausente-presente, sabemos que ese cuerpo es el lugar por excelencia de la identidad contemporánea, pero éste es despellejado para manifestarse fuera de sí, en un segundo lugar, la cultura.
Ezcurra parte del final del proceso de corte y confección de la prenda. Esto es, desde la prenda ya confeccionada y puesta sobre el cuerpo. La ropa está siendo usada por los portadores cuando la artista decide desollarlos textilmente. De manera que desdobla el proceso de costura: descose. Este desdoblamiento del procedimiento se encuentra ligado al desdoblamiento de la identidad. Una vez descosidas las partes es difícil reconocer lo que han sido alguna vez.
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