Editorial

 

LA precariedad expandida

    El primer semestre del año  ha visto acontecer fenómenos significativos, seguramente del alcance histórico. De un lado, nuevos pasos de Occidente en su imparable decadencia. Como un buque ingobernable atrapado por un Maelstrom, la cultura dominante hasta hoy desde EEUU a Japón parece no poder escapar de un torbellino que, cuando haya alcanzado su fin dentro de unos años, habrá cambiado radicalmente el mundo en muchos sentidos. Probablemente para peor. Pero por otro lado, hay la posibilidad de aprender de las catástrofes. Tal vez estemos ante el principio del fin de la energía nuclear si se sacan las lecciones correctas de Fukujima. Tal vez la indignación de los jóvenes y los no tan jóvenes en tantos países, empezando por España, encuentre un encauzamiento productivo. Tal vez las revueltas en los países árabes traigan un retroceso del islamismo en ese cinturón incendiado del planeta. Tal vez la matanza de Oslo tenga como resultado un freno al ascenso de la extrema derecha en Europa. Tal vez el capital financiero pueda ser embridado y contenido en una legislación internacional razonable. Tal vez. En cualquier caso, todo apunta a que estamos entrando en una era de postglobalización.

    Los nuevos tiempos están convirtiendo en rasgo universal una categoría hasta ahora de segundo rango: la precariedad. La precariedad de todas las relaciones sociales y laborales, de las formas de vida, de los conocimientos, los valores y el pensamiento que las nuevas formas del capitalismo están poniendo en el centro de la vida social. La precariedad no es lo mismo que la contingencia de la vida humana, es la forma peculiar del capitalismo del siglo XXI, que abunda en el carácter inestable de todas las relaciones sociales dominantes. Ya Marx lo describió con admiración en el Manifiesto Comunista como que “todo lo sólido se disuelve en el aire”.

    Este verano vale la pena visitar la Bienale de Venecia, al menos para ver la impresionante instalación de un artista que ha comprendido muy bien este momento histórico: Thomas Hirschhorn.  Hoy toca pensar su obra y su discurso muy en serio.

    Por lo demás, el curso de Gramáticas del Arte Contemporáneo ha llegado a su término lectivo con el fin del módulo Feeding Thought. Éste último ha resultado un experimento extraordinariamente interesante y preñado de potencial de futuro. Ahora tenemos mucho más claro que en la frontera entre la cocina de vanguardia, el arte y la crítica hay un vasto territorio para la teoría. Una primera muestra de ello se podrá ver en el libro que ha resultado del curso y que podrá leerse en otoño de este año. De octubre pasado hasta febrero se desarrolló otro módulo sobre Arte, estética y política. En parte vinculado a la exposición Let’s Face the Future de la Fundació Joan Miró fue un rico itinerario por problemas y artistas que, aunque de otras generaciones, resultaron de gran interés para nuestra compresión del presente. La presencia de algunos nombres en el curso como Jean-Luc Nancy o Jacques Rancière contribuyeron al rigor del curso. En este noveno número de Disturbis recogemos algunas de las contribuciones al curso.

JJ, GV